Agujero Negro 6

El número 6 de Agujero Negro es el resultado de una combinación de estudiantes de Prodiseño y de la Escuela de Artes de la UCV (juntos pero no revueltos). Los de la UCV editaron y corrigieron, acompañados por Korinna Bustamante, editora invitada. Los de Prodiseño crearon todos los contenidos gráficos, diseñaron el formato y la estructura de la revista. Joussette Rivodó, José Luis Omaña y Carlos Rodríguez coordinaron el proceso pedagógico editorial y de diseño. Giorelis Niño y Juan Fernando Mercerón fueron asistentes de diseño.

La impresión y la encuadernación estuvo a cargo de la Editorial ExLibris, que hizo un tiraje de 1000 ejemplares. Se utilizaron las fuentes dtl Argo y Swift, en papel Teropaque y a dos colores. En el centro lleva encartada una cartulina que hace las veces de carátula, y que es más ancha y menos alta que la tripa. La encuadernación se hizo a caballo.

Acá la versión digital:

http://issuu.com/canelonesdeluz/docs/agng06_web_100612?e=2962582/4545498

Apuntes

Hemos llegado a un punto en que las categorías discursivas del poder (sujeto, institución, capital, arte, comunicación, historia, verdad, etc.) se han convertido en signos vacíos, enunciados desde la episteme (fundamentalmente visual) de la duplicación digital, cuyas formas más avanzadas son los medios masivos de producción de realidades (Baudrillard), incluyendo los recursos de auto publicación en Internet.

Este punto de quiebre (krinein), que es propio de la cultura de las últimas décadas, es también un punto crítico, o de crítica. El signo mediático y digital, por acumulación de todas las formas discursivas del poder, implosiona hasta generar un vacío semántico, un agujero negro en la significación, que ha devenido en el nihilismo posmoderno y en la reducción de la política a la experiencia de la pasividad y el relativismo —en las llamadas “redes sociales”, por ejemplo—.

Las situaciones metafóricas, propias del estado de la cultura que llamaremos “agujero negro”, subvierten los lugares comunes de los discursos hegemónicos: buscan develar las estrategias de ocultamiento, banalización y vaciamiento de la significación. Buscan decir lo que el discurso poderoso no puede decir, esto es, su arma mayor: su arquitectura.

El olvido de las experiencias

Desde hace tiempo hemos estado pendiente de escribir entradas acerca de nuestras experiencias en los encuentros de producción editorial (a.k.a servicio comunitario), pero hemos, especialmente yo, pospuesto la tarea. Y pospuesto, y pospuesto, y pospuesto. Sin excusas, sin “no sé de qué hablar”, sin “es que no tengo tiempo”. Claro que sé de qué hablar, claro que sé de qué escribir, y claro que tengo tiempo. Cuando uno se propone las cosas asume las responsabilidades que conllevan, y el tiempo no es excusa. Entonces, ¿por qué después de casi un año he escrito tan poco en este blog que describa mi experiencia o relate historias sobre lo que ocurre los domingos en el terreno de la CSFM en El Marqués?

José Luis insiste en que el problema es que no estamos viendo lo que hacemos, y que si lo vemos no lo estamos pensando y re-pensando. En que si bien participamos activamente de estos procesos nos olvidamos de ellos en el momento en que salimos por el portón rojo y nos vamos a casa o a algún otro lugar al que hayamos planeado asistir luego de estar en el terreno. Creo estar de acuerdo, sí.
Algo parece suceder en el momento en el que nos despedimos, decimos “chaíto, queridas. Nos vemos el domingo” y caminamos al Metro. No hablamos de esto, no hablamos de nuestras experiencias, no las discutimos, no las re-pensamos, no las re-vemos ni re-sentimos. Las tomamos de contado.
Y hablaré por mí antes de que los demás me guinden del pescuezo, porque nuestras experiencias, si bien las vivimos juntos, fueron distintas. Sí, he tomado de contado mi experiencia en estos encuentros de producción editorial. Pero no dramaticen cuando lean esto: no significa que no me importe, que esté yendo obligada, que me aburra o lo que pudiesen pensar al respecto cuando lean  “de contado”.
El problema está en la no discusión, la no re-visión de lo que ha ocurrido. Y como no se vuelve a pensar, se olvida. Como no se habla, como no se discute, se olvida. Qué peligroso es, entonces, no re-visar las cosas, ¿cierto? Qué delicadas y frágiles son las experiencias cuando les ponemos un velo por encima.
¿Qué hace falta para pensar la práctica? Es una pregunta importantísima dentro de estas inquietudes que comparto. ¿Cómo llevar la práctica a la letra? ¿Cómo escribirla, construirla, redactarla, armarla? ¿Por qué  e s c r i b i r? Porque después de que se comparten los saberes (sí, ellas y nosotros compartimos nuestros saberes) y se hablan y se discuten y se recuentan, la escritura es una herramienta perfecta para construir nuestra parte de la historia. Pero, ¿si escribimos nuestras experiencias en el blog quién las lee? ¿Saldrán de allí? ¿Nos interesa que otras personas nos lean?  Claro que sí. Y si bien la escritura es una herramienta apta para compartir nuestras historias, no es la única que puede hacerlo. Y en estos encuentros nos dimos cuenta que hay muchos modos de producción de contenido donde no sólo hay que sentarse a escribir. Este es el primer paso: las notitas, los post its, las notas en el teléfono y en el brazo forman parte de varios métodos de iniciación de producción del contenido. La palabra, siempre, es la que marca la pauta. Pero no es el único modo de producción que existe, hay muchos y están invisibilizados. Y aquí, en estos encuentros tan especiales, vi esto. Hemos desaprovechado, durante mucho tiempo, la forma en la que varios modos de producción pudiesen juntarse para producir un contenido que cuente algo en específico; en este caso el compartir de saberes y el compartir de lógicas, de dos cosmovisiones distintas que se encuentran, discuten y bailan entre ellas.
A las señoras les toca cocinar cada cierto tiempo para los miembros de la comunidad. Creen en el trabajo equitativo y en equipo. Estar con ellas en la cocina mientras hablan de cualquier cosa es una experiencia rara, particular y maravillosa. Sí, están hablando de sus vidas: de cómo van a hacer para comprar la carne porque ninguna tiene tiempo, de que en Mercal el queso es más barato, de que Oriana raspó siete (sí, siete) materias y que ahora está estudiando como loca, y que mientras se quiere hacer un piercing en la lengua y uno en la oreja. De que a Hirba le faltó hacer 5 cuellos de camisas porque tiene gripe, pero igual la van a joder en la fábrica.
Son experiencias contadas desde una visión particular de una realidad que es de todos, y que juntas, construyen una cosmovisión particular. Estando en la cocina aprendemos muchísimo de ellas. Más que cuando nos sentamos en círculo y hablamos de que por qué necesitan que salga esta revista, de su necesidad de reivindicación como ser humano, de la búsqueda incansable del bienestar de su familia. Es en la cocina donde está todo.
¿Y qué hacemos luego de que escuchamos esto? ¿Se nos olvida? No puede olvidársenos. Mi error, mi gran error, fue tomar estas conversaciones como cualquier otra cosa y no re-pensarlas y ver lo que significan dentro del trabajo que hacemos junto con ellas. Mi error estuvo en no escucharlas de verdad, no aprehender al momento lo que ocurría. Porque ningún participante de estos encuentros comunitarios es un espectador, sino una figura activa. Y es mi labor, como co-laboradora, re-pensarlo todo. Agradecer que tengo la oportunidad de compartir con ellas y fijar por cualquier medio de producción de contenido alguna experiencia que hayamos vivido juntos.
Pasamos de ser espectadores a partícipes activos y activadores de una propuesta que defiende una causa: la reivindicación de la dignidad humana por medio de la producción de contenido escrito mediante una revista artesanal. Después de un año, las despedidas comenzaron a ser  “chaíto, queridas. Nos vemos el domingo. ¡Nosotros hacemos el almuerzo! Comeremos asado negro”.
Esta experiencia, gracias al Cosmos, nunca fue asumida como un “servicio comunitario”. Ya hemos dicho en entradas anteriores que no creemos en el asistencialismo universitario en los procesos comunitarios, sino en el compartir de saberes, en el acompañamiento y en la participación activa.  Esto, personalmente, me interesa y me llena de orgullo. No llevamos a cabo este proyecto para acumular horas (nadie tiene idea de cuánto tiempo estuvimos allí y no nos interesa en lo más mínimo) ni para tachar algo de la lista de requisitos para graduarse. Aprovechamos la obligación de “una asistencia a una comunidad” (como que si nadie viviera en comunidad, y estas necesitasen de alumnitos universitarios jóvenes y vivaces que los ayudaran en sus problemitas) para llevar a cabo un proyecto que nos interesa y que podría interesarles a ellas. ¿No es una falta de respeto enormísima que nos pidan que contemos las horas que estamos en una comunidad, y que una vez que hayamos cubierto las que nos piden, asumamos que el trabajo está hecho? Qué mediocridad.
No. El equipo de Agujero Negro nunca llegó con esa intención. Nos enamoramos de esas señoras, y esperamos seguir trabajando con ellas durante mucho tiempo. Aprendiendo, siempre, los unos de los otros.
Entonces, para los que lean esto y tengan que hacer un servicio comunitario porque la ley lo exige para graduarse, y para los que sólo leen este blog por interés/curiosidad, y para todo el equipo editorial de Agujero Negro, no le pongamos nunca velos transparentes a las experiencias. Registrémoslas  mediante la escritura o material audiovisual y auditivo y produzcamos contenido que cuente historias a partir de algo que se ha vivido y experimentado. Nunca tomemos de contado nada de lo que hacemos, porque las experiencias hablan de los procesos que vivimos y nos ayudan a recordarlos, a re-vivirlos y a re-sentirlos. Aprovéchense, aprovechen las oportunidades, aprovechen lo que está escondido y visibilícenlo mediante el modo de producción que mejor cuente una historia particular y recuérdenla y recuérdense por medio de ella.
Esta experiencia le produjo a Agujero Negro nuevas inquietudes y proyectos que llevar a cabo, y nuevas formas de ataque a problemas sociales que nos interesa hacer visibles. Cambió la forma en la que veníamos asumiendo la producción de contenido  y permitió la expansión de horizontes que alcanzar, que atravesar, que trasgredir y que experimentar.
Gracias siempre, a todas, por todo lo que nos enseñaron. Por su cariño, tiempo, ganas de participar, ganas de problematizar, ganas de hacer crítica. Gracias por que ahora somos un mejor equipo de trabajo.
Y gracias a la ley de servicio comunitario, y al primitivo, excluyente y arrogante modo de Learning Service de la UCV que nos permitió trasgredir lo que estaba establecido y hacer un trabajo honesto y verdadero.
Espero con ansias que Agujero Negro lleve a cabo, pronto, los proyectos de reivindicación social que hemos pensado a partir de nuestras experiencias en la CSFM.
-SFC

Nuestra experiencia, los puntos pendientes y Orlando Fals Borda

Hasta ahora hemos conseguido con éxito hacernos de una herramienta valiosísima, hemos aprendido a imprimir de forma artesanal sobre papel y sobre telas. Hemos logrado hacerlo en conjunto, observando mayor interés en algunos participantes en relación a otros. Y aunque técnicamente y participativamente aun es grande el reto, podemos jactarnos del inmenso logro de este primer número de Pa lante. Y hablando como grupo universitario que se acerca a una comunidad, es también un exitoso primer acercamiento. No obstante, hasta ahora nuestros esfuerzos han ido en sentido de la construcción y manejo de la herramienta expresiva. Los puntos que adolecen son, en primer lugar, la organización de la unidad de producción (promoción y distribución) y, en segundo lugar, la preocupación por sentar la base ideológica de la organización. Sobre estos dos puntos propongo centrar esfuerzos en las últimas sesiones que quedan, si es que quedan. Sino, pues pensarlas para nuestros proyectos futuros, aunque dudo que perdamos contacto con la comunidad socialista Fco. De Miranda.

Sobre el punto de la organización propongo hacer reuniones en las cuales meditemos en conjunto sobre los actores y sus papeles dentro de una unidad de producción de artefactos culturales. Para esto usaremos la experiencia que ya tenemos, pues nos ayudará a definir los cargos necesarios y a detallar sus tareas, así como a ubicarlos dentro de las respectivas fases de la producción, que también hay que definir. Y aunque es cierto que nuestros tiempos y los de la comunidad nos han limitado a centrarnos en sólo la producción, también debemos pensar en la promoción y distribución de los artefactos tanto como momentos concretos de acción (promover y distribuir) como aspectos a considerar inclusive antes de encaminar la producción de artefacto cultural alguno.
El segundo punto que siento que falta trabajar es el de fundamentar ideológicamente la unidad de producción. Cuando Orlando Fals Borda describe la experiencia colombiana de la incidencia académica o intelectual en la comunidad[1] parte de esta afamada representación marxista de la sociedad como una perenne lucha de clases. La adopta y actúa en función a ella. Yo me pregunto, sin olvidar las representaciones que particularmente nos pueden atormentan a nosotros ¿Cómo nos situamos nosotros ante la lucha de clases? Más allá de la idea que nos hagamos cada uno de nosotros (equipo Agujero Negro y participantes de la comunidad socialista Fco. De Miranda) ¿Qué acuerdos hemos hecho sobre esta idea de conflicto social que late bien en el fondo? Siguiendo al autor citado, siguiendo esta forma de coordinar los esfuerzos en función de cambiar la balanza en favor de las clases proletarias, formulo de forma más concreta la pregunta ¿Cómo nos situamos y actuamos, en calidad de unidad de producción (y distribución) de artefactos culturales, frente a esta idea de conflicto social? Y si no es esa la idea-motor ¿Cuál es entonces?
Ideológicamente ya nos hemos enfrentado, hemos expuesto nuestras impolarizables posturas (por lo menos dentro de la polarización asfixiante de nuestro panorama mediático) y terminamos concluyendo, de forma general, que podemos seguir trabajando juntos. Fue nuestra sólida piedra fundacional. Sin embargo creo hay trabajo que hacer aun. Luego de haber leído la exposición de la experiencia colombiana, a través de Fals Borda, siento que carecemos de una sólida representación compartida del conflicto social. Puedo suponer que en cada uno de los integrantes de nuestra experiencia hay consciencia, sino teórica, vivencial de lo que la lucha de clases es. Pero la pregunta por lo que espara cada uno de nosotros, la contextualización y reinterpretación de este concepto (y otros relacionados o análogos) dentro de nuestro propio meollo es algo que no hemos hecho. Y la importancia de esta pregunta y de cualquier otra que se proponga y que toque a posibles representaciones de nuestro conflicto social, es la de situar nuestra praxis en función de un gran acuerdo, de una idea de funcionamiento que nos permita prever los resultados de nuestra praxis.
Dentro de lo ya hecho creo que se hace necesario también reforzar la investigación histórica comunitaria. En el texto citado de Fals Borda se hace énfasis en esto como forma de validar y legitimar procesos y luchas propias de la comunidad. Y así podemos proponer un trabajo de investigación histórica de Campo Rico, del origen de este asentamiento poblacional, sus posibles causas económicas y sociales a través de entrevistas y revisión documental que exista. Para luego publicar un número de la revista dedicado a esto y así llenar de historia la lucha que en este momento se está llevando a cabo para organizarse urbanamente dentro de esta comunidad. Quizá no una revista, quizá un cómic, quizá una serie de boletines, quizá logremos dar con iconos históricos de la comunidad y hagamos franelas o gorras o que se yo.
La herramienta nos abre una serie de posibilidades que debemos hacerlas visibles ante nuestrxs compañerxs de la comunidad. Posibilidades que deben estar firmemente unidas a una idea de lucha y de consciencia de un lugar asumido dentro de ésta. Sé que nuestro servicio comunitario ya termina pero esto puede quedar en pie como propuesta para los interesados en el proyecto que por ahí se cocina sobre la activación de artefactos culturales políticos en comunidades de base. Piénsenlo.
S.


[1] FALS BORDA, Orlando (1978) Por la praxis: el problema de cómo investigar la realidad para transformarla. Bogotá, Colombia, Federación para el Análisis de la realidad Colombiana (FUNDABCO).

Reflexiones

I

En todos estos meses que hemos pasado dentro de la Comunidad Socialista Francisco de Miranda, como parte de nuestro servicio comunitario, nos ha costado escribir (como buenos hijos bastardos de la academia) respecto a lo que hemos venido haciendo. El proceso de reflexión ha sucedido, sigue sucediendo, en cada uno de nosotros; el problema ha sido la materialización escrita de estas reflexiones. No sé si a estas alturas del partido valga la pena preguntarse por qué. Sabemos que los procesos de reflexión y de escritura han sido inversos en este caso: primero hacer, luego escribir. Para nosotros, acostumbrados a quedarnos en la palabra por la palabra, ha sido difícil, no tanto el mero hecho de sentarse a escribir, sino el plantearse la escritura desde una realidad, y no desde el imaginario de algún libro de textos, o desde las reflexiones de otro autor. Existen otros imaginarios que nos afectan directamente y que no hemos logrado concretar desde la palabra. Allí es, precisamente, donde las sombras han vencido la casa. ¿Y por qué esto nos afecta más a nosotros, a quienes nos hemos planteado otra forma de servicio comunitario? No el benevolente, no el cristiano. Dudo muchísimo que aquellos estudiantes que realizan su servicio comunitario sirviendo pan y café en un orfanato, o haciendo un inventario de obras para un museo privado, les cueste escribir al respecto en su informe final. Claro, allí no hay reflexión, no hay cuestionamiento de las estructuras ni del trabajo realizado, sino anécdota  y recuento puntualizado de las acciones. Cualquiera puede llenar un montón de cuartillas bajo estos criterios.
            Ahora, un servicio comunitario que no piensa evangelizar, sino aprender (ya no desde la academia) y construirse a partir de experiencias y relaciones comunitarias, acercándose a éstas con el objetivo de reconocerse como iguales, como aprendices y creadores de conocimiento, ¿puede plantearse también un mero recuento de acciones? No lo creo; hay algo más. La anécdota y el recuento es  justamente lo que busca la Escuela, los coordinadores del Servicio Comunitario. Dime qué hiciste y te diré cuánto tienes. Los procesos detrás de los resultados resultan invisibles para las estructuras de poder, para aquellos que tienen la batuta y que juzgan únicamente a partir de lo que pueden ver (sin necesidad de entrever) y de lo que les interesa.
Allí es donde entramos nosotros. Si los coordinadores del Servicio Comunitario vieran qué hacemos cada domingo con la comunidad de Campo Rico, ¿cómo nos juzgarían? Me atrevo a decir que no serían capaces siquiera de juzgarnos; un 01 en el kardex de notas lo arreglaría todo. Así, para sacarnos del paso, sin necesidad de ver más allá. Lo primero que verían sería el color rojo y, ay, no, por Dios, ¡qué horror! Se alejarían de inmediato. No verían el terreno ni la construcción y, mucho menos, a las mujeres que nos acompañan. No verían el trabajo ni las necesidades. No quiero entrar en por qué ellos no son capaces de verlo y nosotros sí; ese es un tema que nos trasciende y que, en este momento, no me interesa. Vale, sin embargo, regresar al principio del asunto y ver, por un lado, el por qué se plantea un servicio comunitario cuyo aprendizaje sea bidireccional, entre la universidad y la comunidad; y por otro, cómo se ha ido dando ese proceso desde el primer contacto entre ambas instancias.
A.

Algunos logros de la segunda etapa

El Servicio Comunitario genera espacios ampliados de conocimiento, más allá de las fronteras de la universidad. Espacios en que el saber y las voluntades académicas y comunales se encuentran para crear otro saber, o un tercer tipo de saber, que ya no será sólo universitario o sólo comunitario, sino que será al mismo tiempo instrumental y metafórico, intelectual y práctico. Ese tercer saber supone, para los otros dos, liberarse de procesos de opresión, tanto intelectuales como sociales. También supone ganar mecanismos de crítica para revisar nuestras visiones de mundo, y para combatir los poderes hegemónicos, tanto discursivos como prácticos y socioculturales.

¿No es acaso el fin de la universidad cultivar la crítica de sus maneras de conocer? ¿No es el fin de la vida comunitaria hacer la crítica de todos los poderes, los suyos y los que la cercan? Los programas de Servicio Comunitario nos permiten relacionar esas dos voluntades críticas e impulsarlas hacia una voluntad de creación amplia –que modifique los dos contextos– y efectiva –pues parte de experiencias y de necesidades concretas, no abstractas sino situadas en las carencias y las posibilidades de ambos contextos–.

En la segunda etapa de los Encuentros Comunitarios de Creación Editorial logramos varios objetivos. El primero fue la creación de un espacio efectivo y relacional de conocimiento. Allí nos encontramos, en igualdad de condiciones, los estudiantes universitarios, varias mujeres de la Comunidad Socialista Francisco de Miranda y yo. Luego de identificar necesidades editoriales comunes, aprendimos la técnica de la serigrafía, guiados por Rogny Sotillo del Ejército Comunicacional de Liberación. Juntos comenzamos a generar una infraestructura comunicacional para la producción de imaginarios y para la organización de memorias colectivas. Una infraestructura controlada por grupos de base.

Esta circunstancia común permitió que los y las estudiantes se involucraran propositivamente en la creación de herramientas comunicacionales, y que un grupo de mujeres de la comunidad se apropiaran de un conocimiento técnico artesanal, útil para crear imaginarios políticos propios.

Con ese conocimiento técnico, que en ningún momento fue otorgado por los universitarios, la comunidad podrá, además, seguir generando herramientas autogestionadas de visibiliación, e independizarse de los procesos capitalistas de producción. También podrá administrar sus recursos simbólicos y humanos –sus esfuerzos– en función de sus propias necesidades, y así convertirse en un colectivo creador de contenidos políticos, en lugar de consumirlos o de recibirlos pasivamente.

Nos queda mucho por hacer en estos Encuentros Comunitarios. A los estudiantes les queda el trabajo de reflexionar, con las herramientas de la universidad, sus acciones comunitarias, para influir en otras experiencias similares. A la comunidad le queda la tarea de multiplicar sus conocimientos y reproducirlos en otros espacios y tiempos. A ambos nos sigue uniendo el compromiso de construir una Unidad Gráfica de Producción en la Comunidad Socialista Francisco de Miranda. Para lograr esto necesitamos recursos tecnológicos específicos (como una estación lineal de serigrafía) y profundizar en técnicas de producción de contenidos e imaginarios políticos.

JL.

Reflexiones acumuladas (primera parte)

I

Una vez finalizada la primera etapa del servicio comunitario, los estudiantes de la UCV nos distanciamos de la comunidad, y las mujeres de Campo Rico se comprometieron a, una vez que han aprendido todo el proceso de impresión, intentar imprimir. Llegaron a reunirse en función de la publicación, sin embargo les fue imposible empezar a trabajar. De la conversación con ellas se deducen dos posibles razones o problemas:
El tiempo: Concientes de que en la comunidad se enfrentan a varios compromisos grandes y que tienen que atender eventualidades y situaciones urgentes, insistir en la rigurosidad y constancia en los tiempos de producción parece poco viable. José Luis plantea la posibilidad de que la unidad de comunicación sea un recurso que esté a la mano, una especie de arsenal guardado en un desván.
Los equipos pueden guardarse como un arsenal o un botiquín de primeros auxilios —en caso de necesitar comunicar una idea, rompa el vidrio—. Pero la memoria humana no funciona como un desván ¿de qué sirven los objetos si no creamos mecanismos para recordar como utilizarlos? Por lo cual se propuso retomar la idea de crear un manual detallado del proceso de impresión (en una futura entrada se profundizará en algunos detallas de este tema)
La consolidación del conocimiento: es difícil saber a priori qué es lo que desconocemos. Sólo cuando ejecutamos labores prácticas podemos darnos cuenta de nuestras limitaciones. Quizá todos los que estamos involucrados nos dejamos maravillar por lo sencillo que parece serigrafiar el periódico cuando lo hace alguien con experiencia como Rogmy, pero el sábado 29 y domingo 30 surgieron inconvenientes, elementos indispensables para el aprendizaje. El conocimiento sólo puede ser adquirido a través de la práctica.
Estos inconvenientes permitieron hacernos concientes de la cantidad de variables que se han de tomar en cuenta a la hora de quemar los bastidores: La cantidad y uniformidad de la emulsión en el bastidor, la claridad de la imagen, la uniformidad de la presión ejercida y el tiempo de exposición a la luz. Estas variables a su vez van a depender del tipo de emulsión, la cantidad de luz de la caja y la cantidad de detalles de la imagen o el texto. ¿Cómo hacer para que estos detalles técnicos sean fáciles de recordar?
II
Una vez que superemos la impresión de este primer ejemplar nos tocará volver sobre el problema de la generación de contenidos. Recuerdo el tiempo que tardamos en descubrir una forma efectiva de motivar a las muchachas a la elaboración de contenidos. En aquel momento 10 preguntas y varias indicaciones sobre cómo enfrentarse al trabajo de escribir dieron buenos resultados. Sin embargo, las preguntas fueron propuestas por nosotros y sería conveniente que ellas hagan sus propias preguntas. Para tal fin considero importante que todos reflexionemos sobre el hecho de elaborar preguntas, en qué consiste cuestionar una idea: cuestionarnos.
En aquel entonces las preguntas fueron las siguientes:
¿Cómo te enteraste del proyecto de crear una comunidad socialista?
¿Cómo fue ese primer contacto?
¿Por qué fue que decidiste unirte al proyecto?
¿Qué esperabas del proyecto en aquel momento?
¿Cómo asumió tu familia la decisión de unirte al proyecto?
¿Explique los problemas que has tenido que enfrentar a lo largo del proyecto?
¿Qué fue lo que más te costo asumir del proyecto?
¿Qué es lo que más te gusta del proyecto?
¿Ahora, cómo asume tu familia el proyecto?
¿Qué es lo que esperas ahora del proyecto?
La elaboración de las preguntas puede llevarnos a la elaboración de contenidos; así como a profundizar en las preguntas: ¿qué es la comunicación? y ¿que ha de ser para nosotros la comunicación en el objeto editorial que estamso creando?, pueden llevarnos a la construcción de criterios editoriales. Esto probablemente parezca simple habladera de paja pero se han planteado un par de acciones (que a su vez se encuentran divididas en actividades) que pueden ayudar a corroborar ambas hipótesis.
¿Reflexionar sobre la comunicación facilita la construcción de criterios editoriales?:
Antes de cada sesión se realizarán ejercicios de «atención dinámica», «silencio orgánico», «comunicación no verbal» y «automatismo psíquico colectivo» dirigidos hacia la elaboración de posibles conceptos de comunicación afectiva.
¿La elaboración de preguntas facilita la elaboración de contenidos?:
Durante dos sesiones del servicio comunitario participaremos del taller “Herramienta de comunicación para la generación de contenidos” organizado por el colectivo Ágora Debate. El taller comprende:
Enunciar desde la conciencia del entorno: argumentación, refutación, análisis de discurso, redacción de mociones y principios básicos del debate.
Materiales para el taller:
Impresión del material y de los certificados
Pelota
Video Beam
Pizarrón
En una próxima entrada espero incluir algunas ideas a tomar en cuenta para la elaboración del manual, el taller de reducción de costos y algunas otras cositas.
DH.

Un posible balance

Después de casi catorce sesiones de trabajo, tanto en la universidad como en la comunidad de Campo Rico, un posible balance podría ser este:

1) Como buenos universitarios positivistas (pertenecemos a la casa que vence las sombras) comenzamos revisando algunos textos y algunas teorías. Leímos a Boaventura de Sousa Santos, nos enteramos del concepto “ecología de saberes”, lo comparamos con otras metodologías de investigación cualitativa, como “aprendizaje servicio”. Revisamos también los conceptos de Alejandro Moreno, como “implicancia” o “invivencia”, que Juan Carlos Rodríguez utilizó para describir la experiencia artística-comunitaria Con la salud sí se juega.

Estas lecturas sirvieron de simples aproximaciones a la investigación cualitativa. Pero también nos sirvieron como referencias para “estudiar”, comprender y criticar la Ley de Servicio Comunitario, así como la manera en que la Escuela de Artes la asume y la pone en práctica.

2) Las lecturas hicieron que los estudiantes entraran en estado de incertidumbre. Se preguntaban cómo traduciríamos aquellos conceptos a nuestra experiencia comunitaria. Fue entonces cuando comenzamos a relacionarnos con la comunidad de Campo Rico; presentamos el proyecto y tuvimos los primeros contactos con las mujeres de la comunidad.

Desde el principio planteamos nuestros objetivos: diseñar y ejecutar un proyecto editorial. En aquellas primeras reuniones las mujeres le cambiaron el nombre al proyecto, que pasó a llamarse Encuentros comunitarios de creación editorial. También definimos, en colectivo, nuestra meta común: hacer una revista que se llamaría Pa´lante. Mujeres Luchadoras, y que sería impresa sobre un soporte tamaño tabloide.

3) Las tres limitaciones más importantes del proyecto han sido: pensar en un sistema de impresión y de reproducción que fuese autogestionado por la misma comunidad; crear el contenido textual y gráfico para la revista; y garantizar la participación estudiantil, que implica la sistematización de la experiencia con los recursos que los estudiantes han adquirido en la universidad.

4) La primera limitación se resolvió con relativa facilidad: gracias a un convenio con el Ejército Comunicacional de Liberación, y el apoyo de Glenda Ortiz, iniciamos un taller de serigrafía que ya va por su fase intermedia. Este taller ha servido, no sólo como una experiencia formativa que asegurará la trascendencia de la revista (al liberarnos de la dependencia de las tecnologías industriales de impresión), sino, sobre todo, para activar la participación comunitaria, y hacer más efectivo nuestro acompañamiento en la creación de la revista, pero también en la creación de una posible Unidad de Producción Gráfica dentro de la comunidad.

5) La producción de los contenidos textuales y gráficos, que nos ha mantenido a todos en estado de incertidumbre, y que ha motivado y a la vez frenado la participación comunitaria, ha sido más bien lenta. Esto, desde luego, es comprensible, pues los sistemas de opresión no son sólo materiales sino simbólicos. La cultura dominante reserva la escritura a unos pocos privilegiados; funciona como una herramienta de estratificación y jerarquización del poder social y político.

Pero después de once sesiones, el primero de julio las mujeres escribieron sus textos, y los leyeron para el colectivo. También se nos unió el hijo de Gloria Duque: Cristhian, un joven de doce años que, además de convertirse en el transcriptor de los textos, también escribió el relato de su experiencia en la comunidad.

Esto, desde luego, no es sólo un logro para el proyecto, sino un gesto de emancipación política de las estructuras de poder dominantes.

6) El problema de la participación estudiantil es el que más me preocupa. Se funda en la incompatibilidad entre la formación universitaria positivista (producto del modelo mercantil de la universidad) y los tiempos de vida comunitaria. (Sobre esto se puede ver el texto: Dos idiomas, dos mundos). Pocos estudiantes han comprendido la diferencia entre “presencia” y “participación”. Casi todos confunden estas dos palabras. En general (o en su mayoría), no han asumido responsabilidades (acaso esperando que yo se las imponga), ni han actuado para solucionar los problemas materiales y simbólicos que hemos enfrentado. Me parece que “la casa que vence las sobras” actúa con fuerza en ellos, y creen que una comunidad es un grupo de estudiantes de los primeros semestres a quienes tienen que enseñar.

Tampoco han cumplido con una de las tareas más importantes que (colectivamente) nos impusimos: sistematizar la experiencia a través de pequeñas reflexiones escritas. La participación estudiantil no puede limitarse a la solución de problemas materiales, y mucho menos a su simple presencia (muchas veces calificadora) en la comunidad: debe consistir en la creación de estrategias efectivas de acompañamiento, de estímulo, de potenciación de las habilidades y las expectativas de una comunidad. Pero también debe consistir en la reflexión activa de la experiencia comunitaria, la indagación crítica de las relaciones entre la universidad y la comunidad.

7) Si tuviera que evaluar mi trabajo frente al proyecto, tendría que apuntar dos problemas fundamentales: el hecho de que he postergado la reflexión semanal con los estudiantes, lo cual implica que no hemos seguido revisando las perspectivas teóricas del Servicio Comunitario, y la falta de fijación de metas, límites y tareas a los estudiantes. Esto último creo que también podría abordarse así: proponiéndoles la asunción de objetivos específicos que impliquen un reto para ellos… Ya veremos.

JL.

Intención de narrar, intención de sobrevivir

En respuesta a lo que Daniel escribió, yo creo que el motivo por el cual yo no había escrito tiene que ver con eso de temerle al texto y a su caducidad. Ese temor es también una resistencia a horadar la «realidad». Tiene algo, y no me gusta decirlo, del conflicto que aqueja al personaje Friedrich (Historias de Lisboa, Win Wenders, 1994), que había perdido, en el transcurso de la filmación de su documental, la confianza en su visión, en el establecimiento, mediante la narración, de su punto de vista. Todo esto debido, quizá, a una especie de [sentir] humilis medieval que me con-tiene pensando en el papel (objetivo o no; útil o no; verdadero o no) de narrar una experiencia desde ese límite que marca el ángulo de tu propia visión, el alcance limitado de la audición, la cantidad finita de cosas que probarás y verás, o has visto y podrás ver, y de lo cual deriva algo mucho más cercado: el límite que marca la intención misma de narrar. Todo esto sumado al miedo de escribir como la mierda: enredado y con oraciones complicadas, como suelo hacerlo.

Pero ya que fui a la Comunidad Socialista Francisco de Miranda a grabar con mi camarita las jornadas de evaluación de participación de la comunidad, puedo echarles el cuento.

A cada núcleo familiar, destinado a ser beneficiado con el proyecto comunitario de vivienda, se le ha asignado un número que le identifica y que corresponde con el sector de Campo Rico del que provienen. Y así, según el sector, son convocadas las asambleas de evaluación. Yo estuve en dos de estas asambleas. En una llegué un poquito tarde, y en la siguiente llegué incluso una hora antes.

Previo a la evaluación, Yuli, Limina y Rafaela proyectan un pequeño corto animado que muestra una carreta siendo empujada hacía algún lugar. El corto explica las posibles actitudes positivas y negativas que pueden asumir los miembros de un grupo: o ayudan más de lo necesario, o ayudan sólo lo necesario, o tratan de ayudar lo menos posible, o no ayudan, o impiden el trabajo. Esto lo hacen para destacar las actitudes propositivas, la rapidez y eficiencia del trabajo en equipo. Luego, según lo expuesto en este pequeño animado, los asistentes hicieron una autoevaluación de su propio desempeño en el trimestre. Y así comenzó la evaluación.

Con un micrófono que fallaba a cada rato, se anunciaba a la familia que sería evaluada. Luego se les recitaba, a los evaluados y a todos los presentes, los números que informaban sobre su desempeño ese trimestre en cuanto a la asistencia a eventos políticos o no, responsabilidades con el mantenimiento del campamento y la participación de la totalidad del grupo familiar. Se concluía con un índice ponderado de participación que ubicaba a cada familia dentro de parámetros como: “Bueno”, “Sobresaliente”, “Pobre”, etc. Se preguntó a cada evaluado después de saber el resultado (datos recogidos por voluntarios del campamento) si deseaba protestar por alguna de estas cifras, por si creyesen que no correspondían con la realidad.

Desde este momento el papel de las voceras y el resto de los asistentes incrementaba. La vocería siempre exhortaba mayor participación a las familias con bajos puntajes. Así mismo felicitaba a las que se destacasen. Fue muy común escuchar a los participantes excusar su baja participación con el trabajo, obligaciones en el hogar, problemas de salud, rebeldía de los hijos adolescentes, etc. Entonces aquí el resto de la comunidad apoyaba o no lo que decían en su propia defensa los representantes del núcleo familiar puestos bajo la lupa.

Las discusiones que se presentaron hicieron evidente el problema fundamental que enfrentan las organizaciones de tipo comunitaria: la participación. Yulimar, a quien le pregunté sobre el asunto, atribuye la causa de esta dolencia a una especie de “ideología individualista” que posee la gente. Me habló de mujeres que son de la Comunidad Francisco de Miranda –y que pertenecen a determinado sector de Campo Rico– que “se separaban” de la suerte de todos los demás, en la lucha del día a día tanto en el campamento como afuera de éste, “creyéndose más que los demás” o de “alta sociedad”.

La intención de la vocería a través de Yuli, Limina, Rafaela, y posiblemente muchas otras personas que todavía no he escuchado, parte seguramente de la causa que le atribuyen a esta falta de participación. Parte de esta atomización que observan y que divide a su propia comunidad. Esa atomización no hace posible que los problemas sean asumidos por todos de igual forma.

Yuli me supo decir la segunda noche que la intención por la que insisten tanto en la participación ─además de que con eso ellas se liberan de mucho trabajo, pues lo asumen voluntariamente los demás integrantes─ es para conseguir que todos los integrantes de la comunidad sientan el arraigo con lo propio, para que despierten ese sentido de pertenencia tanto con las viviendas y espacios físicos que serán construidos como con la comunidad misma de la cual provienen. Intención clave para lograr que la comunidad socialista sobreviva al objetivo circunstancial que los une temporalmente y que persigue la construcción de las viviendas.
S.